Cuando logramos cubrir y mejorar todo lo necesario para vivir, se apagó el fuego que antes nos empujaba a movernos sin parar. Ya no corremos detrás de la comida ni huimos del peligro. Sin embargo, seguimos actuando como si el mundo aún dependiera de nuestra urgencia. Llenamos los días con ocupaciones que, en verdad, poco tienen que ver con sobrevivir en la tierra.
Resignifiquemos el acto de estar al pedo y tomemoslo como el mayor logro de la evolución humana.